Familia muere en extrañas circunstancias

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En un pequeño pueblo en el norte de España, vivía la familia García, una familia respetada y querida en la comunidad. Los García eran conocidos por su devoción religiosa y su vida tranquila. En la casa de los García había una pequeña figura de "Santa Gima", una santa de la que pocos habían oído hablar. La figura había estado en la familia durante generaciones, transmitida de padres a hijos como un amuleto de protección. Se decía que Santa Gima protegía a los hogares de la desgracia, pero también se contaban rumores oscuros sobre ella, historias que nunca se hablaban en voz alta.

Todo comenzó cuando la abuela, Doña Carmen, que era la matriarca de la familia, empezó a notar cosas extrañas en la casa. La figura de Santa Gima, que siempre había estado en su pequeño altar en la sala, aparecía en otros lugares, como la cocina o el dormitorio, sin que nadie la moviera. Al principio, Doña Carmen pensó que alguien en la casa jugaba una broma, pero pronto todos los miembros de la familia comenzaron a notar lo mismo. Nadie confesaba haber tocado la figura, y el ambiente en la casa se volvió tenso.

Una noche, Doña Carmen fue encontrada muerta en su cama. Su rostro reflejaba un miedo indescriptible, y en su mano rígida sostenía la pequeña figura de Santa Gima. La muerte de la abuela dejó a la familia en estado de shock, pero lo más inquietante fue que la causa de su muerte no pudo ser determinada. Parecía haber muerto de un terror profundo, como si hubiera visto algo que la paralizó en el acto.

Tras la muerte de Doña Carmen, comenzaron a suceder cosas aún más extrañas. Ruidos inexplicables en la casa, objetos que se movían por sí solos, y la constante sensación de ser observados. La figura de Santa Gima, que antes era un símbolo de protección, se convirtió en un objeto de temor. Todos en la familia empezaron a tener pesadillas en las que Santa Gima aparecía con una expresión sombría, siguiéndolos con sus ojos inertes y sonriendo de manera perturbadora.

El hijo mayor, Marcos, decidió que debían deshacerse de la figura para poner fin a la maldición que parecía haber caído sobre ellos. Una noche, en un intento desesperado, Marcos llevó la figura al patio trasero con la intención de quemarla. Encendió una hoguera y lanzó la figura al fuego, esperando que así acabarían con la fuente de su tormento. Pero cuando la figura tocó las llamas, las llamas se volvieron de un color extraño, como si estuvieran vivas, y la figura no se quemó. En su lugar, pareció brillar con una luz oscura, y una sombra se alzó del fuego, envolviendo a Marcos.

Esa misma noche, Marcos fue encontrado muerto en el patio, con la misma expresión de terror que había visto en su abuela. La figura de Santa Gima estaba junto a su cuerpo, intacta y fría al tacto.

En las semanas siguientes, los miembros restantes de la familia comenzaron a caer uno por uno en circunstancias igualmente misteriosas. Algunos murieron mientras dormían, otros fueron encontrados con inexplicables heridas, y siempre, la figura de Santa Gima estaba cerca. Finalmente, solo quedó la hija menor, Lucía, que en su desesperación huyó de la casa, llevando consigo la figura, esperando poder librarse de ella lejos del pueblo.

Lucía desapareció sin dejar rastro. La casa de los García quedó vacía, con la figura de Santa Gima como único testigo de los trágicos acontecimientos. La gente del pueblo evitaba la casa, temiendo que la maldición de la familia García pudiera extenderse. Con el tiempo, la historia de la familia García se convirtió en una leyenda local, una advertencia sobre el poder de lo desconocido y los peligros de jugar con lo que no se comprende.

La figura de Santa Gima, según dicen, sigue desaparecida, y la gente del pueblo cree que, mientras permanezca perdida, el mal que trajo consigo nunca desaparecerá.

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